28 de abril de 2024

Cómo liberarte del rencor hacia tu ex




Hay parejas que aunque se divorcien, no se separan jamás. Algunas lo logran cuando los hijos e hijas se hacen mayores y ya no hay nada que discutir. Otros en cambio pasan odiándose y jodiendose mutuamente toda la vida. 

Hay parejas que no viven en guerra constante, pero sienten un rencor tremendo por la otra persona, con una intensidad que no se va con el paso de los años. Por eso los ex ocupan un lugar central en su vida, y jamás se liberan de ellos. 

Hay parejas que pasan toda la relación guerreando, y siguen guerreando muchos años después. Hay otras que se quisieron mucho pero acabaron fatal: sea cual sea tu caso, hoy vengo a hablarte de la tremenda liberación que se siente cuando tu ex deja de tener importancia en tu vida y te das cuenta de que no le necesitas para nada. 

Porque hay una cosa que es evidente: si tu ex sigue teniendo mucho espacio en tu vida, y ocupa mucho tiempo en tu mente y en tu corazón, es más difícil disfrutar de tu nueva vida, y también es más difícil que entre alguien nuevo en tu corazón.

Es una cuestión de saber dónde poner tu energía y tu tiempo: tú eliges si malgastarlos en machacar a tu ex o en defenderte de tu ex, o si prefieres poner el foco en ti y en las ganas que tienes de disfrutar de tu soltería. 

Hay gente que se amarga la existencia cada vez que al ex o a la ex le pasa algo bueno, y preferirían que a su ex le fuese fatal, lo que no es muy práctico si tenéis hijos e hijas en común. Cuanto mejor le vaya a tu ex, mejor les irá a tus criaturas y al revés: si tu ex sufre y tiene problemas, eso va a afectar a tus criaturas inevitablemente. Así que no le des más vueltas: es mejor que a tu ex le vaya bien. 

Es normal que si a ti no te va tan bien como a tu ex, sientas a veces mucha rabia. Pero esa rabia a ti no te viene bien. Ni el odio, ni el rencor, ni la envidia, ni la ira que sientes te hacen bien. Y no son útiles, no sirven de nada, no te ayudan en nada.

El rencor es una emoción que te lleva muy fácilmente a la obsesión, y en la medida en que malgastas tu tiempo y tu energía en sufrir y hacer sufrir a tu ex, menos tienes para ti, para tus proyectos profesionales o personales, y para tu gente querida. 

El rencor también te lleva al victimismo, es decir, a una posición en la que tú no asumes ninguna responsabilidad de los conflictos que tienes con tu pareja o ex pareja, y le culpabilizas de todo lo que sucede. Y te atrapa ahí, en un círculo del que es muy difícil salir.

La guerra no solo te afecta a ti y a tu ex; si pides a los demás les piden empatía y apoyo, y que se posicionen de tu lado, no te vas a sentir mejor. Es una forma de desmoralizar y hundir a tu ex, porque no hay nada que duela más que quedarse solo/a, pero no te ayuda a sentirte mejor.

Y además no es justo pedirle a los demás que elijan entre tú y tu ex.

Con el rencor no solo sufres tú, también intentas que el otro sufra lo mismo que tú, y así sufren todos vuestros seres queridos, que lo que quieren es veros bien a los dos. 

El rencor también te lleva al afán de venganza, que es una emoción muy humana, sobre todo si no ha habido justicia ni reparación del daño que nos han causado, pero es muy destructiva y arrasa con todo. 

Incluso con tu propia salud mental.

Si el odio que sientes persiste a lo largo del tiempo, se vuelve maligno, te devora por dentro. Hay gente que siente tantísimo rencor que es incapaz de distraerse con otras cosas, y enfoca toda su vida en destruir a su pareja porque cree que eso le va ayudar a sentirse mejor. Y no. 

No te sientes mejor haciéndole la vida imposible a tu ex. Ni a tu ex ni a nadie. Siempre vas a necesitar más. 

Hacer daño a tu ex puede llegar a convertirse en un placer sádico e insaciable.

Y es muy peligroso para el ego.

Porque aquí el ego juega un papel fundamental. El ego siempre quiere ser el protagonista. Siempre está batallando con otros egos, nunca tiene suficiente, siempre quiere llevar la razón y ganar todas las batallas. Y cuando pierde, lo lleva muy mal.

Al ego se le puede controlar con muchas dosis de humildad. Es la única manera de aceptar las derrotas con deportividad.

Pero la humildad hay que entrenarla. Y no todo el mundo se la quiere o se la puede trabajar. Y cuando estamos dolidos y dolidas, es más difícil todavía.

¿Y si tenemos claro que no queremos volver nunca con nuestro/a ex, pero seguimos sintiendo un rencor obsesivo? 

Creo que te puede ayudar el tomar conciencia de que lo que peor lleva el ego es la indiferencia, el no poder soportar que tu pareja se olvide de ti y empiece una nueva vida como si tú no existieras. 

Y es que uno de los principales motivos que tenemos para estar en guerra con los y las ex es porque queremos permanecer en su vida, en su corazón y en su mente, ocupando un espacio descomunal. 

En el fondo del alma, no queremos irnos de su vida y preferimos estar “a las malas”, que no estar. 

Preferimos que no odien a que nos olviden. 

Mucha gente no sabe que es mejor separarse bien que separarse mal. No sabe que las relaciones amorosas no tienen por qué acabarse, sino solo transformarse en otra cosa, y por eso le cuesta imaginar una relación bonita ( o al menos cordial) con su ex. 

Algunas parejas no saben que no hace falta vivir en permanente estado de guerra, y que de hecho puedes estar en la vida de tu ex para siempre si lo deseas y si te lo trabajas (si ambos os lo trabajáis)

A mucha gente le cuesta reconocer que no ha sabido aceptar ni asumir la ruptura, que no quiere que la otra persona haga su vida, y que probablemente por eso el rencor en vez de ir a menos ha ido a más. 

Cuando vives preso/a del rencor, es imposible hacer vida normal. Tu vida entera se ve afectada. Todos a tu alrededor también. 


¿Qué pasa cuando no puedes controlar tu odio y tu rencor?

El extremo más brutal lo tenemos en los hombres que asesinan a sus parejas como castigo por haberles abandonado. También muchas mujeres son asesinadas cuando rehacen su vida y vuelven a emparejarse. 

El odio que sienten esos femicidas está cargado de victimismo y sobre todo lo que más les mueve es la necesidad de vengarse. “Sin mí tú no vas a ser feliz”, piensan ellos cuando planean su castigo: “te voy a dar donde más duele”, dicen cuando planean dejar viva a su ex y matar a sus hijos. 


¿Qué ocurre cuando tu ex ha sido una persona violenta, te ha maltratado, te ha machacado emocional y psicológicamente? 

El rencor es normal y ayuda a desvincularse románticamente del ex. El despecho y la ira pueden ser muy útiles para alejarse definitivamente.  Cuando una persona te ha hecho mucho daño y te ha hundido la vida, no tienes por qué perdonarle, y no hay reparación posible. 

Solo cabe apelar a la justicia para que te proteja de tu maltratador y pague en años de cárcel la violencia que ha ejercido sobre ti.

Pero una vez que actúa la justicia, lo más importante para una víctima de violencia machista es desalojar al ex para siempre de su vida, de su cabeza y de su corazón. 

Liberarse es fundamental para que su ex no tenga ya más poder sobre ellas, y desaparezcan para siempre de sus vidas.

No es fácil porque hay hombres que no controlan su odio y pasan toda su vida obsesionados e invadidos de rencor, y necesitan vengarse. Por eso hay tantas mujeres que pasan tanto miedo cuando ellos salen de la cárcel. Porque algunos sienten que ya no tienen nada más que perder, y estos son los más peligrosos.


A estos extremos nos lleva el odio y el rencor. Lo destruyen todo y nos destruyen a nosotros mismos. Por eso es tan importante liberarnos. Porque para poder vivir bien es fundamental sentirnos libres de emociones destructivas, dejar atrás el pasado y mirar hacia delante.

Ojalá este post ayude a toda la gente que vive encerrada en la jaula del rencor y no logra romper con su ex. Ojalá le sirva a mucha gente para hacer autocrítica, para pedir un alto el fuego, para llegar a acuerdos, y para fumar la pipa de La Paz con su ex. 

O al menos, si no se puede fumar esa pipa, que sirva para que cada cual pueda liberarse del odio, y pueda vivir en paz, y con tranquilidad,  que ya demasiadas guerras libramos en nuestro día a día. 

Tú decides dónde quieres poner tu tiempo, tu corazón y tu energía.


Coral Herrera Gómez 


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27 de abril de 2024

Espacios comunes para soñar juntas



Una de las cosas que más me gustan en el mundo es estar en espacios donde no hay que pagar y no hay que consumir nada. No hablo solo del campo, también hay islas en medio de los pueblos y las ciudades a las que puede acudir todo el mundo, tenga o no tenga dinero. 

Algunos de esos espacios son municipales: por ejemplo las Bibliotecas, donde puedes pasar toda la tarde leyendo gratis, y puedes además llevarte libros prestados a casa, o los Centros de Cultura, donde puedes ir a ver obras de teatro, danza, conciertos, exposiciones, y donde además hay círculos de lectura y puedes disfrutar de formación gratuita (charlas, conferencias, talleres)

En muchos pueblos también tienen una Casa de las Mujeres, una Casa de la Juventud, un Centro de Mayores, o una Casa del Pueblo. En muchas de estas casas hay salas que se ceden a las asociaciones vecinales y a los colectivos para que realicen sus reuniones y hagan actividades. 

También hay espacios gratuitos para huertos urbanos gestionados por la ciudadanía, o espacios para hacer deporte, pero al margen de los ayuntamientos, también hay espacios comunitarios construidos por la gente, o recuperados del abandono. 

Son espacios populares auto gestionados: la gente trabaja en ellos para construirlos o rehabilitarlos, después debaten sobre qué van a hacer, y se organizan para repartirse las tareas. 

Son espacios mágicos porque nadie manda y nadie obedece, la gente decide conjuntamente las normas de convivencia y las formas de uso, y es una propiedad colectiva que debe ser cuidada por todos y todas. 

Las normas no vienen impuestas, también se deciden colectivamente usando el método asambleario: todo el mundo tiene voz y voto, todos y todas aportan lo que pueden al desarrollo del proyecto, que puede ser social, político, cultural, o todo a la vez. 

Estos espacios gratis son islas de resistencia frente a un mundo que nos quiere consumiendo y gastando todo el rato, o que nos condena a quedarnos en casa si no tenemos dinero. 

Están en todos los barrios y todos los pueblos. Para construirlos solo hay que saber pensar en el Bien Común, y trabajar en equipo con mucha alegría, comunicación, generosidad, energía positiva, y ganas de aportar. 

Para mantenerlos hace falta que todo el mundo los cuide con amor: no es solo el tema de la limpieza y el mantenimiento, sino sobre todo cuidar la convivencia y las relaciones humanas. 

Porque para que funcione y perdure un espacio sin dueño, sin jefes, sin líderes, sin directores, es fundamental que todo el mundo sepa relacionarse de una forma horizontal con los demás, y no pretenda imponer sus deseos o sus opiniones al resto. 

En estos espacios nadie manda y nadie obedece. Y nadie se apropia de los recursos ni se beneficia de los demás.

Por eso son un peligro para el poder político y económico: ellos nos quieren encerrados en iglesias y centros comerciales. Muchos ayuntamientos ceden terrenos a la Iglesia católica pero jamás a la ciudadanía, y recalifican suelo rural como suelo edificable, para que se forren las constructoras. Lo llaman “progreso “, pero en realidad su objetivo es acabar con lo comunitario y desarmar los espacios autónomos y auto gestionados que no pueden controlar ni manipular a su antojo.

Por eso es tan importante cuidar y multiplicar estos espacios comunitarios, porque son los lugares donde la gente se organiza para mejorar sus pueblos y sus barrios, para protestar contra las injusticias y abusos del poder, para frenar la violencia de los gobernantes contra la población, para reivindicar causas sociales y para defender nuestros derechos humanos fundamentales, por eso molestan tanto a los poderosos. 

También les molesta que nos divirtamos y celebremos, y hagamos jornadas festivas donde nos juntamos gente de todas las edades para cantar, bailar, jugar y charlar. Ellos prefieren que estemos encerrados en casa viendo la tele de dos en dos, o pasando la tarde haciendo compras, que en la calle disfrutando con nuestros vecinos y vecinas. 

En estos espacios la gente también se junta para prestar ayuda a quienes más lo necesitan. Algunos tienen bancos de alimentos y de ropa usada, comedores populares, o espacios gratuitos de asesoría jurídica en temas laborales o migratorios, apoyo psicológico y emocional, y apoyo logístico o financiero para la población más vulnerable. Se hacen cajas de resistencia, donde la gente aporta lo que puede, no solo para apoyar determinadas causas, sino también para construir, reformar o mantener las casas comunitarias.

Además, en estas casas también hay bancos de tiempo en los que la gente aporta una o varias horas a la semana y recibe el mismo tiempo que da. Por ejemplo, tu puedes cortarle el pelo a la gente si eres peluquera, y recibir clases de inglés a cambio del tiempo que has puesto tú. O ayudarle a la gente con tus conocimientos de fontanería, mientras otros te enseñan a recoger setas en el campo. 

En algunas de estas comunidades se crean redes de crianza colectiva en las cuales madres y padres pueden organizarse para apoyarse entre todas. 

Y redes de comunicación alternativas: radios comunitarias, periódicos locales, plataformas digitales gratuitas… 

Y mercadillos de trueque en las que la gente dona lo que ya no usa, y puede darle nueva vida a las cosas de los demás.

Y tiendas gratis en las que puedes llevar tus cosas y comprarte otras sin usar el dinero para nada.

Y ludotecas y espacios infantiles al aire libre en los que niñas y niños puedan intercambiar y compartir juguetes y libros, moverse libremente, aprender cosas nuevas, y relacionarse en igualdad entre ellos y con las personas adultas.


¿Qué más puedes encontrar en estas islas? 

Huertos comunitarios, refugio para animales heridos o abandonados, laboratorios sociales, y espacios culturales para fomentar la creatividad y el arte.

Y no sólo eso, en todos se comparten conocimientos y se aprende colectivamente. En muchos se imparten clases de alfabetización para personas adultas mayores que no saben leer, clases de español (gallego, catalán, euskera, etc) para la gente que acaba de llegar, clases de refuerzo para niñas y niños que necesitan apoyo escolar…

La gente se junta para aprender informática, baile, canto, pintura, artesanías, escritura, artes marciales, malabares, circo, yoga y meditación. En muchos se enseña a reparar y reciclar bicicletas y patines, electrodomésticos y aparatos. 

También se organizan vídeo fórums para ver documentales y películas que no están en los circuitos comerciales, se imparten conferencias sobre temas científicos, temas medioambientales, sociales y políticos, y derechos humanos. 

Son espacios de conocimiento alternativo en los que puedes aprender sobre feminismo, ecologismo, pacifismo, antimilitarismo, antirracismo, diversidad. 

Y puedes además pasar de la teoría a la práctica, y crear tu propio movimiento social. 


La gente que construye y cuida estos espacios trabaja para que sean espacios libres de discriminación y violencia, y de enfermedades de transmisión social (edadismo, machismo, clasismo, racismo, capacitismo, homofobia, etc) 

Por eso se configuran desde la multiculturalidad y se trabaja a fondo para hacer un trabajo de sensibilización, formación y toma de conciencia, hacia dentro y hacia fuera del espacio.

¿Que tienen en común todas las personas que participan en estos espacios? Que todas creen que otro mundo es posible, y otras formas de organizarse y relacionarse son posibles. 

Estos espacios son la demostración de que no necesitamos consumir para divertirnos, que no necesitamos las jerarquías para relacionarnos, que no necesitamos líderes ni lideresas, que las normas se respetan más si tú contribuyes a su creación, y que se trabaja mejor desde la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. 

No es fácil mantener estos espacios porque siempre hay gente que pretende ejercer su poder de forma autoritaria, pero si no se adaptan a las estructuras horizontales, tienen que acabar marchándose porque la mayoría de la gente lo que quiere es funcionar de forma asamblearia, y disfrutar en paz, sin guerras internas ni luchas de poder. 

Son comunidades humanas que pretenden ser seguros para la infancia y para las mujeres, que están trabajando mucho para que sean lugares libres de machismo, de abuso, de acoso sexual y violencia sexual. 

No solo se trata de organizarse de otra forma, también de relacionarse desde los valores del respeto, la igualdad, la cooperación, el apoyo mutuo, la inclusión, la empatía, los buenos tratos y la solidaridad.

Son islas paradisíacas en medio de un mundo en el que todos quieren mandar, y acumular poder y dinero. Por eso es tan importante defenderlas y expandirlas por todas partes. Ahora mismo son los únicos lugares en los que se llevar la utopía a la práctica y donde se puede soñar un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez 


25 de abril de 2024

Grupos de Mujeres en el Laboratorio del Amor




 FORMACIÓN PARA GRUPOS DE MUJERES: VIRTUAL Y PRESENCIAL 

 

VIRTUAL


Si quieres ofrecer formación virtual y acompañamiento en grupo a mujeres, tienes a tu disposición un paquete de dos cursos que duran 3 meses: Mujeres que se separan y  Mujeres que se liberan

Si quieres ofrecer formación a Mujeres profesionales que trabajan con mujeres, puedes comprar 1 paquete por 3 meses que incluye: 

 

Aquí puedes ver toda la oferta de formación virtual en el Laboratorio del Amor


                                                                  PRESENCIAL 


Habitualmente imparto formación  presencial en España y en América Latina, en formato conferencia (2 horas) o en formato taller (1 día o 2 días)

Aquí puedes ver toda la formación presencial, y elegir la charla, taller o curso que más se adapte a tus necesidades, pero también puedes proponerme una formación personalizada para tu grupo.


* Puedes escribirme a coralherreragom@gmail.com si necesitas más información, y si quieres contratar tu paquete.





24 de abril de 2024

No sólo es Sexo, también es Amor




Tener sexo con otro ser humano es un acto de amor. Incluso aunque os hayáis conocido hace tan solo unas horas: compartir la intimidad es un acto de amor. Dos personas desnudas que se desean, se seducen mutuamente, comparten juegos y placeres están haciendo el amor, no importa si la relación amorosa dura un fin de semana, un verano, o unos meses, si van a volver a verse o no, si hay romanticismo o no. 


Sin embargo, vivimos en una sociedad que separa el sexo del amor como si fueran dos cosas diferentes, por eso hay gente que no respeta ni trata bien a sus compañeras y compañeros sexuales, y por eso nos hablan de ellas como si fueran seres despreciables, tratando de ningunear o invisibilizar a la otra persona: "no hay nada entre nosotros, solo sexo”, “no ha sido nada, no tengo nada que ver con esa persona, fue un calentón”, "solo follamos de vez en cuando, nada más” 


“Nada”, “solo”: intentamos minimizar la importancia de la relación para no responsabilizarnos y para no vincularnos, porque nos da mucho miedo el amor y reprimimos nuestras emociones porque nos creemos que cuando nos metemos con alguien en la cama, estamos yendo a la guerra.


Pero no solo es miedo, también es patriarcado.


Los hombres tradicionales siempre han distinguido entre las mujeres dignas de recibir amor, y las que son solo para tener sexo. Unas pueden convertirse en novias o esposas, las otras son mujeres de usar y tirar. Son cuerpos, son objetos para eyacular dentro, algunos de pago y otros gratis. Los dos grupos de mujeres están a tu servicio, a unas las tratas como si fueran señoras, y a otras como putas. 


Los hombres que se aman entre ellos también hacen lo mismo, y ahora nos sumamos las mujeres, que también distinguimos entre las mujeres y los hombres con los que nos vinculamos emocionalmente, de las personas con las que ”solo” tenemos sexo, y establecemos una jerarquía en la cual dejamos claro que unas nos importan, y otras no. 


Con unos follamos vestidas, con otros si nos atrevemos a desnudarnos. Con unos podremos llegar a compartir nuestros secretos, nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros recuerdos, nuestros planes para el futuro, nuestras emociones más íntimas. Con los otros no nos vamos a abrir en canal, no nos vamos a desnudar el alma, no nos vamos a mostrar tal cual somos ni vamos a mostrar nuestra vulnerabilidad.


Ahora tanto mujeres como hombres presumen de tener relaciones que no son importantes, pese a que no hay nada más íntimo y amoroso en el mundo que compartir placeres e intercambiar fluidos. 


Negar lo hermoso de haber encontrado a alguien con quien disfrutamos y gozamos es una forma de mutilarnos a nosotros y a nosotras mismas. Tratar a las personas como trofeos de caza nos sirve para deshumanizarlas y así poder usarlas a nuestro antojo. 


Los hombres lo hacen mucho cuando tienen pareja estable y se saltan el pacto de fidelidad, creyendo que les perdonarán más rápidamente si dicen que no fue nada, y si afirman que solo han usado a la otra persona para descargar el deseo sexual. 


Sin embargo, los hombres no perdonan infidelidades porque saben que a las mujeres nos cuesta más separar sexo y amor, y porque saben que los procesos de cortejo y seducción son en sí actos de amor. Es una estupidez negar las emociones hermosas que nos han invadido desde que se nos encendió la chispa del deseo hasta que terminamos en la cama. 


Da igual cuánto dure una relación sexual: lo mismo si dura tres horas que tres semanas o tres décadas, deberíamos ser respetuosos, amables, y lindos con las personas con las que compartimos intimidad, y con las que gozamos del sexo. 


No importa si es una relación seria o si es una relación divertida, si hay romanticismo o no, si es un hombre o una mujer: lo que importa es que seamos capaces de relacionarnos amorosamente con los demás seres humanos, en todas las circunstancias, y que seamos capaces de cuidarnos mutuamente mientras disfrutamos.


El primer paso, yo creo, es que podamos hablar de nuestras parejas sexuales con los demás sin despreciarlas, sin minusvalorarlas, sin ningunearlas y sin hablar de ellas como si fueran trofeos de caza, sin tratarlas como cosas, productos o mercancías. 


El siguiente es tomar conciencia de que todas las relaciones son amorosas, que compartir deseo y placer con alguien que te gusta mucho es un regalo de la vida, y que todos los vínculos son hermosos e importantes, duren lo que duren, sean con personas conocidas o desconocidas. 


El amor está en todas partes, en todas las relaciones, no sólo en las parejas unidas por el amor romántico. Está en las relaciones de amistad, en las relaciones familiares, en las relaciones con compañeros y compañeras de estudio o de trabajo, con el vecindario, y con las relaciones con otros seres vivos.


Yo siento que lo disfrutaríamos mucho más si dejásemos las jerarquías a un lado, si nos liberáramos del miedo al amor, y si pudiéramos tratar a todo el mundo con respeto, cariño y ternura. 


Igual que nos gusta que nos traten a nosotras y a nosotros, ¿verdad? Con mucho respeto y mucho amor del bueno ❤️


Coral Herrera Gómez 



Ya puedes escucharlos en todas las plataformas 

13 de abril de 2024

El Amor no es una guerra





El Amor no es una guerra.


Tu pareja no es el enemigo o la enemiga.


No tienes que obedecer a tu pareja, no perteneces a ella.


No tienes que domesticar ni disciplinar a tu pareja para que sea como tú deseas. 


El Amor no es una cárcel: en una relación amorosa los dos miembros pueden juntarse y pueden terminar la relación cuando quieran.


No tienes que renunciar a tu libertad ni a tus derechos fundamentales, ni tienes que sacrificarte por la otra persona.


Tu pareja no es tu sirvienta ni tu criada ni tu asistenta ni tu guardaespaldas. 


No tienes por qué trabajar gratis para tu pareja, ni tienes por qué pedirle a tu pareja que se encargue de todo para que tú puedas vivir como los reyes de la Edad Media.


El Amor no es una guerra. 


No tienes que cazar a tu pareja, ni conquistarla como si fuera un país, ni colonizarla para ponerla a tu servicio. 


No es necesario elegir entre dominar ni someterte a tu pareja. No tienes por qué estar batallando toda la vida y perder tu energía y tu tiempo en luchas de poder que te desgastan.


No es necesario sufrir por amor, no hay premio ni recompensa. 


En el Amor tú no tienes que ganar, ni imponerte, ni defenderte de tu pareja. No tienes que intentar llevar siempre la razón, ni salirte siempre con la tuya, ni intentar escapar de tu pareja, no es tu carcelero ni tu carcelera.


El Amor no es un campo de batalla, es un espacio de ternura, de cuidados mutuos y compartidos. 


El Amor es como un refugio en el que las dos personas trabajan como equipo para sobrevivir, se apoyan mutuamente, y construyen su relación día a día sobre las bases del respeto, la honestidad, la ternura, el compañerismo, la solidaridad, la responsabilidad y el compromiso. 


En el Amor todo se habla, todo se negocia y se llegan a acuerdos: el amor hay que cuidarlo mucho para que florezca y de sus frutos. En el Amor todo es recíproco: es una relación libre de abuso, de explotación y de violencia. 


En el Amor tú puedes ser tú misma, y expresar tus deseos, emociones y necesidades sin miedo. Puedes crecer y evolucionar, y puedes irte cuando quieras. 


Porque el amor no es una experiencia carcelaria ni un combate a muerte, no es una eterna concatenación de peleas con reconciliaciones: es una unión de dos personas o un grupo de personas que quieren acompañarse, disfrutar y compartir la vida durante un tiempo. 


Si estás en una guerra constante con tu pareja, pide un alto el fuego y sentaos a dialogar. Podéis empezar por preguntaros si hay condiciones para poder disfrutar del sexo y del amor, y si ambas personas sentís y necesitáis lo mismo.


Si decidís que queréis estar juntas, entonces hay que elaborar una serie de pactos para cuidar la relación, para que ambas personas podáis relacionarnos en igualdad. Después de las negociaciones de paz, podéis firrmar el contrato amoroso, que puede terminarse cuando lo deseéis. 


El Amor no es una condena perpetua.


Si no hay condiciones para quereros bien, o uno de los dos desea seguir el camino de la vida a solas, entonces podéis separaros y firmar los acuerdos de paz para que cada uno pueda irse y rehacer su vida. 


También cuando te separas hay que poner en el centro los cuidados: no es necesario guerrear ni herir a la pareja, no es necesario hacerse daño ni machacar al otro. 


Podéis romper la relación para siempre o podéis quereros de otra forma y transformar vuestro amor, no es necesario que viváis en guerra después de separaros. 


No tenéis que defenderos ni atacar a quién ya no quiere seguir viviendo con vosotros: lo mejor es aceptar que el amor se acaba y que no merece la pena vivir sufriendo y haciendo sufrir a tu ex pareja. 


No se trata solo de cuidar tu salud mental y emocional, sino también la de los demás: la gente que vive alrededor de una pareja en guerra constante también lo pasa muy mal. 


El Amor no es una guerra: en un mundo asolado por el odio y la violencia, tratarse bien, quererse bien y cuidarse mutuamente es un acto revolucionario, porque supone ir a contracorriente en una sociedad donde toda la gente vive luchando a diario contra todos los demás. 


Paremos las luchas contra nosotros mismos y nosotras mismas, y contra los demás: necesitamos Refugios de amor en los que poder convivir en paz.


Coral Herrera Gómez 


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9 de abril de 2024

¿Quién limpia la mansión de Barbie?



¿Quien limpia la mansión de Barbie?

Vi el otro día la película de Barbie y estuve todo el tiempo preguntándome quién recolectaba la comida que comen las Barbies, quién confecciona sus modelitos de ropa y calzado, quién limpia los váteres de sus mansiones y sus piscinas. 

El mundo Barbie es un mundo de mujeres ricas y ociosas, eternamente jóvenes y bellas, que viven en la playa y lucen su cuerpo y sus vestidos. Mujeres sin hijos ni hijas, mujeres que no trabajan, no cuidan ni limpian, mujeres que surfean, van de compras, comen helados, y charlan durante horas con sus amigas. 

Cuando aparecieron los kenes, representados como hombres blandengues, me di cuenta de que lo que proponía la peli era invitarnos a imaginar un mundo donde se han invertido los roles: los débiles son los hombres, y las fuertes y las privilegiadas son las mujeres.


                        


Me aburrí mucho hasta que Ken empezó a brillar y a bailar, me gustó el trabajo del actor, y entendí por qué tantos hombres se enfadaron con la ridiculización de los ken. 

Me pareció estupendo que pudiéramos reírnos de la masculinidad, pero no me gustó nada la relación entre Barbie y Ken, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Es una relación marcada por las relaciones de poder.

Al final de la peli me dolió pensar que las niñas que han ido a verla se crean que el feminismo consiste en crear una sociedad de plástico en la que mandan las mujeres y viven todas como reinas, imitando a los hombres blancos y ricos del mundo real.

¿Qué hubiera ocurrido si la directora hubiera sabido que la utopía feminista lo que propone es una sociedad igualitaria de mujeres y hombres que en lugar de organizarse en jerarquías, se organizan horizontalmente y se reparten las tareas colectivamente?. 

Es muy probable que la directora y el equipo de la película no sepan que el movimiento feminista trabaja por un mundo basado en la justicia social, en la igualdad, en la cooperación y el trabajo en equipo, un mundo en el que todos y todas tengan cubiertas sus necesidades básicas y sus derechos fundamentales garantizados, y en el que todas y todos cuidemos a nuestros bebés, infancias, personas mayores y con discapacidad, mascotas y plantas. Un mundo donde todos y todas cuidamos de los espacios que habitamos y del planeta entero. Un mundo donde no sean las mujeres que sufren pobreza las que carguen con todo el peso de las tareas más duras.

¿Y si la película hubiera contado con la asesoría de mujeres expertas en feminismo, y hombres expertos en los estudios sobre masculinidades? Seguramente no estaría basada en la batalla entre sexos (hombres contra mujeres), ni en la idea de que las mujeres queremos venganza y pretendemos tomar el poder para hacer lo mismo que hacen ellos, y para tratarles igual que ellos nos tratan a nosotras.

Se nota mucho que no había feministas en la producción de la película porque el feminismo no es una revolución estétitca, sino ética. Es una propuesta de transformación social, económica y política: sueña con un mundo amoroso y pacifico libre de abuso, explotación, servidumbre, violencia, un mundo sin dominadores ni dominados. Un mundo donde nadie manda sobre los demás, y donde los cuidados son mutuos y recíprocos.

Ninguna mujer nace feminista, de hecho somos muy pocas en el mundo: en la escuela nadie nos habla de feminismo, de la historia de las mujeres, de nuestras luchas y logros. Es normal por tanto que la gente no sepa que para alcanzar esa utopía es necesario que tanto mujeres como hombres trabajemos en los patriarcados que  nos habitan e inventemos nuevas maneras de relacionarnos y de organizarnos. 

El feminismo no es una guerra entre mujeres y hombres: la mayoría de las mujeres somos patriarcales y muy pocas tenemos las herramientas para liberarnos de los mitos, los estereotipos y los mandatos de género. Y por eso las mujeres que dirigen películas necesitan entender qué es el patriarcado, y cuál es la propuesta del feminismo.

El feminismo es un movimiento social revolucionario y en la peli no hay una propuesta de cambio en nuestras estructuras de relación y organización. 

Al terminar me pregunté qué hubiera ocurrido si la película hubiera contado con un equipo de mujeres feministas para asesorar al equipo de guión y dirección. Todas las pelis y series deberían tener uno porque hoy en día casi todas nuestras producciones culturales siguen perpetuando los valores del sistema patriarcal, y esta es una de las causas por las que no avanzamos. 

Si seguimos contando los mismos cuentos usando los mismos mitos y los mismos estereotipos, el patriarcado seguirá transmitiéndose generación tras generación. 

En algún momento la industria cultural tendrá que tomar conciencia de su responsabilidad social, porque si no, los cambios en las leyes no sirven para nada. Es urgente que creadores y productores se sensibilicen y se formen, porque la gran mayoría de la sociedad no sabe qué es el feminismo, y son millones de personas las que siguen creyendo que se trata de una revancha de las mujeres contra los hombres. 

Por eso es tan importante que la gente conozca la historia de la teoría y del movimiento feminista, y entiendan que el objetivo es acabar con la desigualdad y la violencia, reivindicar los derechos humanos de las mujeres, y construir un mundo donde todas y todos podamos disfrutar del derecho a tener una Buena Vida.

Coral Herrera Gómez 


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Espacios de liberación y amor entre mujeres





7 de abril de 2024

Todas sueñan con una vida mejor: Mujeres que sufren pobreza y precariedad



Estos son algunos de los mitos sobre las mujeres que sufren pobreza y precariedad que circulan por nuestro imaginario colectivo: 

👉🏽 Las mujeres pobres son pobres porque quieren: no se esfuerzan por salir de la pobreza.

👉🏽 Las mujeres pobres son vagas y no estudian, se conforman con trabajos precarios y mal pagados. Ellas son felices viviendo en condiciones de miseria, no necesitan mucho para vivir.

👉🏽 Las mujeres pobres tienen muchos hijos porque son unas ignorantes y no saben que cuantos más hijos tengan, más pobres son.

👉🏽 Las mujeres pobres son felices sirviendo y viviendo con una familia rica, no echan de menos a sus compañeros, ni a sus hijas e hijos, ni a su madre, ni a sus hermanas y hermanos. No necesitan ver a su gente más que una o dos veces al mes, el resto del tiempo son felices cuidando a los hijos de una mujer rica en lugar de a los suyos propios.

👉🏽 Las mujeres pobres que se dedican a la prostitución lo hacen porque les gusta tener sexo con desconocidos, porque poner el cuerpo al servicio del patriarcado empodera mucho, y porque ganan más que fregando escaleras. 

👉🏽 Las mujeres pobres son felices ayudando a personas desconocidas con dinero a cumplir su sueño de ser madres o padres, y son generosas porque donan sus úteros y sus bebés a quienes más lo necesitan. 

👉🏽 Todas las mujeres pobres tienen vocación de servicio, son humildes y complacientes, y viven felices con lo poco que tienen.


Estos mitos nos sirven para limpiar nuestra conciencia, y para que podamos seguir aprovechándonos de la explotación emocional, doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres empobrecidas.

Y como siempre, los mitos se desmontan con datos y estadísticas. La realidad es que las mujeres pobres y precarias no son perezosas ni vagas: trabajan el doble o el triple que el resto de los trabajadores y trabajadoras en todo el mundo. 

Las mujeres que sufren pobreza y precariedad son las que sostienen todo nuestro sistema económico trabajando gratis o a cambio de salarios que no les permiten salir de donde están. 

Y son los seres humanos que menos tiempo libre tienen. 

Esto no te lo cuentan los prestigiosos economistas en los medios ni en las aulas, pero la realidad es que el capitalismo no podría sobrevivir sin las mujeres que trabajan gratis toneladas de horas cada año. 


¿Te imaginas el dinero que tendrían que gastarse los hombres si no tuvieran sirvientas que lo hacen gratis? 

Las mujeres pobres son las que cuidan a los trabajadores, las que les alimentan y les proporcionan ropa limpia para ir a la fábrica, a la mina, al huerto o a la oficina. Ellas son las que se encargan de cuidarlos cuando enferman, y las que les proporcionan un hogar limpio y confortable. 

Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una criada que trabaja gratis para él las 24 horas, los 365 días al año. Sin días de descanso, sin permiso por enfermedad, sin vacaciones, sin cotizar, trabajan hasta el final de sus días para ellos. 




Además, ellas son las que dan a luz a los nuevos trabajadores y trabajadoras, las que les cuidan, les crían y les educan, las que les preparan para integrarse en la sociedad y para ser productivos y productivas.

Además de trabajar en el hogar para toda su familia, también trabajan fuera de casa a cambio de salarios de miseria. Sus trabajos son los más duros, los peor reconocidos, los menos valorados, y los que tienen los salarios más bajos. 

Las más pobres de todas son las madres que están criando solas. Los hombres siguen abandonando a sus criaturas en todo el mundo: ni asumen sus responsabilidades económicas ni la emocionales, ni las de cuidados. Las mujeres jefas de hogares monomarentales son las personas más pobres del planeta. 

No solo en Asía, Africa, y América del Sur. Madres sin pareja hay en todos los continentes y países, también en Europa, Australia y América del Norte. Son miles de millones de mujeres que no solo tienen que trabajar fuera y dentro de casa, también tienen que ejercer de madres y padres a la vez. 

Las mujeres que sufren pobreza limpian nuestra mierda y cuidan a nuestros seres más queridos: su trabajo es esencial. 

Sin ellas no podríamos ir a trabajar.

La única solución para acabar con el abuso, el sufrimiento y la violencia que sufren es acabar con la pobreza y colectivizar los cuidados. Todos y todas deberíamos trabajar cuatro horas fuera y cuatro dentro de casa. Hoy por hoy la conciliación es solo un mito.

Muchas de las mujeres que emigran no tienen papeles, no tienen contratos formales, y por lo tanto no tienen ningún tipo de derechos fundamentales ni derechos laborales, ni en la jornada en casa, ni en la jornada fuera de casa.

Los hombres las tratan a ellas igual que sus patrones les tratan a ellos. Flora Tristán afirmó que hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero, que sufren doble explotación y además sufre acoso sexual y violencia sexual en el trabajo, lo mismo de compañeros que de superiores. 

Cuando los obreros y los campesinos salen a la calle a pedir libertad y a defender sus derechos humanos, se refieren siempre a los derechos de los hombres, no de los hombres y las mujeres. 

Es una gran injusticia porque en la mayor parte de las revueltas y las revoluciones campesinas y obreras de la Historia, los hombres han tenido el apoyo de las mujeres. 

Pero nunca sucede al revés. 

Los hombres poseen la gran mayoría de las tierras del planeta, los medios de producción y de comunicación, los bancos, las empresas y los puestos de poder político y económico. Son los reyes de los hogares.

El mundo es de los hombres, y las mujeres pobres son las que están al final de la pirámide social, las que ocupan la base que sostiene a todos los demás. 

Antes los poderosos las usaban como esclavas, y les robaban a sus bebés. Ahora les dan unas monedas a cambio. No solo son mano de obra para los hombres, también son mercancía: a las mujeres pobres las tratan como a los animales: las compran, las venden, las alquilan, y comercian con sus óvulos, úteros, y vaginas. 

Los hombres hacen negocios con sus bebés y con su leche materna, y hasta celebran ferias con hembras humanas para que las parejas elijan a la madre. Primero les agradecen el sacrificio que están haciendo para que ellos cumplan sus sueños, luego les quitan la palabra (las madres son las compradoras, ellas solo son “personas gestantes”). 

Les quitan sus derechos durante el embarazo, y luego les quitan a sus bebés, y por último las borran para que parezca que nunca han existido. El alquiler de mujeres y la compra venta de bebés es un mercado en expansión, que va en aumento conforme aumenta la infertilidad en hombres y mujeres.

De la explotación de mujeres no solo se benefician los hombres: también las mujeres ricas, que imitan a los hombres y se liberan de las tareas de cuidados, de los embarazos y los partos. 

El feminismo quiere acabar con la explotación, mientras el capitalismo quiere regular la explotación para que no parezca tan monstruosa e inhumana. Las voces del régimen neoliberal nos dicen que los demás trabajadores también sufren explotación, y que es mejor que lo hagan legalmente y con controles sanitarios y de seguridad, y no les gusta que les digas que las leyes deben erradicar todo tipo de explotación y también deben combatir la pobreza. 

Lo que quieren es que creas que la pobreza es inevitable y que hay mujeres a las que les gusta dedicarse a ello.

Y nos ofrecen los testimonios de mujeres que sostienen el mito de la puta feliz, qué elige a sus clientes y se pone sus horarios y cobra un pastizal. Da igual que les digas que el 90% de las mujeres en situación de prostitución no querrían estar ahí y no pueden salir porque son pobres.

En los países en los que la explotación es legal, a las mujeres pobres las exhiben en escaparates y en locales donde hay ofertas de dos por una, y días de barra libre en los que por alquilar una mujer te regalan salchichas y cerveza.

Y es que es en los cuerpos de las mujeres pobres donde se libra la gran batalla: el neoliberalismo trata de convencernos de que esos cuerpos pueden ayudarles a salir de la pobreza si ponen sus vidas al servicio del capitalismo y el patriarcado. Pero los únicos que salen de la pobreza con los cuerpos de mujeres son los hombres, los puteros, los proxenetas, los dueños de la industria del porno, de las clínicas reproductivas, y de la industria de la belleza femenina. Todos son hombres.

Dentro de las mujeres pobres, que son millones en el mundo, hay también jerarquías: cuanto más oscura es su piel, más explotación y violencia sufren. Las mujeres inmigrantes, las mujeres indígenas, las mujeres afrodescendientes, las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas y las mujeres adultas mayores son las más vulnerables del mundo. 

Porque ellas no solo tienen que soportar la codicia, la maldad y la crueldad de los empresarios y empresarias, como sus padres y maridos. Además tienen que aguantar el abuso de sus maridos, jefes, chulos, proxenetas y puteros. 

La mayoría de las mujeres pobres tienen dos jefes, uno en casa y otro fuera de casa. Los jefes las violan y las despiden cuando se quedan embarazadas, los jefes del hogar las someten a una vida de servidumbre. 

La gran mayoría de las mujeres pobres no puede estudiar ni puede elegir trabajo, ni puede divorciarse, ni pueden escapar de la explotación doméstica, están atrapadas en sus hogares, y muchas viven confinadas en ellos. 

Las mujeres más precarias del planeta huyen de las hambrunas en sus países de origen. Huyen del abuso sexual infantil, del maltrato, de la sequía, de los desastres naturales, de la pobreza y de las guerras. Las mujeres más pobres del mundo tienen que atravesar varias fronteras y sufren todo tipo de violencias en el camino, pero también al llegar al país de destino.

¿Que las espera en los países desarrollados? Más violencia, más abuso y más explotación: sirven en casas de ricos sin contrato ni seguridad social, sirven en los campos de cultivo y en las fábricas, sirven en los burdeles que hay en todas las carreteras de todos los países. 

Ellas son el botín de guerra, ellas son las que sufren violaciones masivas por parte del bando enemigo, ellas son las que pierden a sus hijos en el frente, ellas son las que pierden la vida en el mar y en la montaña tratando de llegar al primer mundo. 

Cuando denuncian la violencia que sufren, la sociedad se pregunta por qué no huyen de sus hogares, y por qué no buscan otros trabajos mejor pagados, pero a la vez todo el mundo está de acuerdo en que alguien tiene que limpiar la mierda del mundo, y alguien tiene que encargarse de la servidumbre sexual de los hombres, y alguien tiene que cuidar a los bebés y a las personas mayores de la familia para que las mujeres de clase media puedan trabajar. 

Por eso cuando se habla de una renta básica universal para todas, los defensores y defensoras de la alianza criminal entre el capitalismo y el patriarcado ponen el grito en el cielo o se ríen despectivamente para que a todo el mundo le suene a utopía y a disparate. 

Saben que las mujeres con ingresos dignos garantizados no aceptarían servir en ninguna casa ni en ningún burdel a cambio de unas monedas. Ninguna vendería a su bebé si pudiera alimentar a todos sus hijos e hijas.

Por eso no quieren acabar con la pobreza. Se lucran con la necesidad de las mujeres más vulnerables. 

El mercado de los cuerpos de las mujeres es uno de los más importantes del mundo, junto con la industria farmacéutica, las armas y las drogas. Miles de traficantes viven de la trata de personas, que se nutre de mujeres pobres que son engañadas o forzadas a trabajar para ellos durante años hasta que queden destrozadas. 

Las mujeres pobres que sufren explotación doméstica, sexual y reproductiva consumen alcohol y drogas, con y sin receta, para soportar el agotamiento y la violencia de un sistema injusto: cuanto más anestesiadas y empastilladas están, menos energía tienen para organizarse y para luchar por sus derechos. 

Además para ellas se fabrica el veneno del romanticismo, porque sigue siendo muy útil para encerrarlas en la cárcel del matrimonio y que trabajen gratis toda su vida para los hombres de su familia. Esos hombres que reciben cuidados sin darlos.

¿Quien cuida a las cuidadoras? 

Nadie. 

Las mujeres cuidadoras se cuidan y se apoyan entre ellas. Cuidan a sus padres, madres, hermanos y hermanas pequeñas, cuidan a sus abuelas y abuelos, a sus maridos, a sus hijas y nietas, cuidan a los suegros y suegras, a los familiares con discapacidad, con enfermedades o víctimas de accidentes. Cuidan a las mascotas, a los animales domésticos, a las plantas y al jardín, pero nadie las cuida a ellas cuando enferman ni cuando envejecen. 

Muchas no se jubilan jamás, y trabajan hasta el último día de sus vidas. Son imprescindibles para sus familias, pero cuando caen por enfermedad o muerte se buscan sustitutas que las reemplazan a ellas. No hay reciprocidad en las relaciones, excepto cuando tienen a su alrededor redes de apoyo mutuo con otras mujeres. 

Las mujeres que sufren la exclusión social y la precariedad no son más altruistas ni más generosas que las demás: lo primero es su supervivencia y poder dar de comer a sus criaturas. Y hacen lo que sea por conseguirlo, y hay mucha gente que se aprovecha. 

Las mujeres en situación de pobreza no tienen derechos humanos . Y no tienen libertad para elegir qué vida querrían tener porque están sosteniendo un sistema económico injusto y cruel. 

Un sistema que les quita el tiempo, la energía, los hijos y las hijas. Un sistema que les roba sus cuerpos para que los hombres hagan negocio, un sistema que les excluye socialmente y les condena a la marginalidad.

Los ricos viven muy bien porque les roban su energía y su tiempo de vida para poder ganar más dinero y más tiempo. Y se asume como algo natural: los pobres como son vagos tienen que conformarse con los trabajos más duros y tienen que ponerse al servicio de los que mandan. 

Y las pobres que quieran más dinero, que usen sus cuerpos y los pongan al servicio de los hombres y de las mujeres ricas.

Todo el mundo sabe que si un día ellas parasen y dejasen de cuidar y servir, la economía colapsaría. Sin esclavas no es posible la acumulación y el acaparamiento de la riqueza que llevan a cabo unas pocas familias en el mundo.

Su trabajo es esencial y por eso es el peor pagado, y para que ellas se sometan es fundamental que interioricen los mitos del patriarcado y asuman su inferioridad: soy pobre porque quiero, no valgo para nada, no genero riqueza, mi papel es irrelevante, no aporto nada a la sociedad. 

Cuanto más baja es su autoestima, más manipulables son. El poder les ofrece espejismos para que se entretengan: relatos donde el amor de los hombres salva a las mujeres de la pobreza y las convierte en princesas. Cuando entran en el palacio y se dan cuenta de que su papel no es el de la reina sino el de la sirvienta, ya es demasiado tarde. 

Los hombres se aprovechan de la dependencia económica y  emocional de las mujeres, y de su rol de sirvientas, para vivir como reyes. Ellos tienen varias mujeres, pero a ellas no les permiten tener mas parejas. Tienen privilegios que usan para explotar emocionalmente a las mujeres, y abusan más cuanto más pobreza y necesidad sufren ellas.

Estos cuentos funcionan porque contienen la promesa de la salvación, pero son una trampa. Porque sirven para mantener a las mujeres con esperanza: todas sueñan con una vida mejor.

 Y como muchas de ellas han sufrido abusos y violencia en su infancia, van buscando en un hombre el amor que nunca recibieron. 

Cuando las mujeres más pobres del planeta se juntan en grupos, es cuando se dan cuenta de que no es que ellas hayan tenido mala suerte en la vida, es que el mundo se sostiene entero con su trabajo gratis o precario. Y comprenden que el dinero está muy mal repartido y que son una inmensa mayoría, entonces toman conciencia del poder que tendrían si se organizaran para luchar por su libertad y sus derechos. 

Cuando se organizan, las machacan, las invisibilizan, las ridiculizan, las usan para la foto, y revientan sus movimientos sociales desde dentro y desde fuera. 

Porque si ellas dejaran de poner el cuerpo y dejaran de trabajar para los hombres, si dejaran de limpiar nuestras casas y de cuidar a nuestra familia, los demás no podríamos hacer nada. 

Su poder es inmenso, pero los poderosos nos hacen creer que ellas no valen nada. Que son objetos de usar y tirar, que se merecen un castigo por ser pobres, que ellas son felices sirviendo a los demás. Y que la pobreza es inevitable.

Por eso es tan importante derribar los mitos que perpetúan el sistema: la pobreza se puede combatir con una Renta Básica Universal, podemos dejar de derrochar dinero en armamento y en religiones, podemos construir otro tipo de sociedad libre de servidumbre. 

El feminismo lleva siglos reivindicando el derecho de todas las mujeres a disfrutar de una Buena Vida, y rompiendo con el mito de que las mujeres son pobres porque quieren: todas, absolutamente todas sueñan con una vida mejor. 


Coral Herrera Gómez 



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30 de marzo de 2024

¿Cómo saber si estoy en una relación tóxica?



"Los amores reñidos son los más queridos", "los que más se pelean son los que más se desean", "quien bien te quiere te hará llorar", "del amor al odio hay un paso", "se amaban pero se llevaban como el perro y el gato"... nuestra cultura están plagada de refranes y dichos populares que romantizan las relaciones tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando provocas una pelea para llegar al momento de la reconciliación. 

En una relación tóxica te aburres si todo va bien, porque necesitas sentirte invadida y arrasada por emociones fuertes, y porque te gusta que todo sea brutal e intenso. 

No solo disfrutas sufriendo, sino también viendo a tu pareja sufrir. No solo disfrutas llorando en las peleas, también disfrutas viendo llorar a tu pareja. Y cuánto más llora, más importante y poderosa/o te sientes tú.

Las parejas tóxicas viven en un estado de guerra permanente en el que se alternan las peleas con las reconciliaciones, y los períodos de mucho sufrimiento con etapas más pacíficas, pero lo más característico es que los dos miembros se relacionan como si fueran enemigos, y solo se unen si aparece un enemigo externo. 

Una relación tóxica es aquella en el que el proceso de domesticación es mutuo: ambos miembros luchan por dominar al otro y ambos se defienden del poder del otro, cada cual con sus armas y sus estrategias. Ambos son víctimas y victimarios: a veces les toca sufrir, y otras veces hacen sufrir a sus parejas. O las dos cosas a la vez. 

Todas las relaciones humanas son un poco "tóxicas", porque en todas hay luchas de poder, más o menos intensas, más o menos conflictivas. 

De hecho, las relaciones humanas son una de las principales fuentes de sufrimiento para todas y todos nosotros. Una fuente de sufrimiento es la que tiene que ver con el dinero y los derechos humanos: todos sufrimos ante la falta de trabajo, los salarios de miseria, la subida de los precios, las deudas y sobre todo el miedo a la exclusión social. 

Cuando no hay dinero, no hay derechos humanos. Para poder disfrutar del derecho a beber agua potable, a comer tres veces al día, o a dormir bajo techo, necesitamos ingresos dignos, y si no los tenemos, sufrimos mucho. 

La segunda fuente de sufrimiento humano surge de las relaciones entre seres humanos. No sabemos querernos bien, no sabemos tratarnos bien, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, por eso gastamos tanto tiempo y energía sufriendo por las relaciones que tenemos (o que no tenemos) con nuestros padres y madres, y familia cercana, con nuestras parejas, hijas e hijos, con compañeros/as de estudios o trabajo, con el vecindario y con la gente que convivimos a diario.

¿Por qué son tan complejas y difíciles las relaciones entre nosotros? 

Porque usamos estructuras basadas en la dominación y en la sumisión: nuestras relaciones están basadas en la explotación y el abuso. Los valores bajo los que nos relacionamos son los valores del capitalismo y del patriarcado (individualismo, egoísmo, narcisismo, avaricia, acaparamiento, dominación y sumisión) Cada cual piensa en su propio beneficio, no sabemos pensar en el Bien Común, y funcionamos bajo la filosofía del Salvese quién pueda y bajo la Ley del más fuerte. 

Muchos de nuestros conflictos surgen porque los demás se intentan aprovechar de nosotras y tenemos que poner límites, y al revés: los demás nos ponen límites y no nos sienta nada bien. 

En las relaciones heterosexuales, los hombres se benefician de sus privilegios: reciben cuidados sin darlos, disponen de criada gratis, obligan a su pareja a ser monógamas mientras ellos tienen las relaciones que quieren con otras mujeres, y viven como reyes en su hogar. La mayoría de las mujeres protestan, muchas ejercen de vigilantes y policías de sus maridos, y vivien en una frustración perpetua: es muy doloroso convivir con tipos egoístas, machistas, y mentirosos. Es muy duro que tu pareja se ría en tu cara y que los demás se rían con él. 

El abuso masculino nos produce una tremenda desilusión a las mujeres, y cuanto más hemos idealizado al macho y al amor romántico, más grande es la decepción, la rabia y el rencor. 

Muchas mujeres heterosexuales se pasan la vida intentando que una relación que no funciona, funcione. Algunas son capaces de estar cuarenta o cincuenta años de su vida tratando de que sus maridos se porten bien, sin lograrlo jamás: se nos va mucha energía y mucho tiempo tratando de educar a hombres que se resisten a ser disciplinados. Para ellos es fundamental defender a muerte su libertad, por eso las mujeres que se meten en la jaula del amor romántico lo pasan tan mal intentando que sus parejas se encierren con ellas. 

Generalmente los hombres solo se meten en la jaula al final, cuando llega la disfunción eréctil y se acaba la potencia sexual. Solo cuando envejecen y empiezan a enfermar es cuando quieren encerrarse en el hogar y que sus compañeras se encierren también. Solo en ese momento las mujeres empiezan a sentir el poder que tienen. Cuanta más dependencia sufren ellos, más fuertes se sienten ellas. 

Las relaciones entre mujeres que se aman, y entre hombres que se aman, también pueden ser tóxicas porque están basadas en la misma estructura de dominación y sumisión. A todas y a todos nos gusta tener la razón. Nos gusta imponer nuestras ideas, nuestra manera de hacer las cosas, nuestra forma de organizarnos. Nos cuesta ceder cuando negociamos, porque vivimos en un mundo competitivo que solo nos enseña a soñar con ganar todas las batallas. Todos y todas queremos sentirnos importantes y poderosas, y queremos imponer nuestros deseos, nuestros criterios, nuestras necesidades a los demás. 

En los colegios nos educan para crear enemigos y disfrutar machacandolos: usan el deporte y los juegos para que aprendamos a guerrear contra los demás desde la más tierna infancia. Nos hacen creer que la vida consiste en estar permanentemente luchando contra los demás, por eso es tan dificil relacionarnos desde el amor. 

Las relaciones tóxicas se diferencian de las relaciones de violencia machista en que están basadas en el maltrato mutuo y en la alternancia de posiciones: cada miembro tiene su poder, y lo usa para dominar a la otra persona. Las que se sitúan en posiciones subalternas también aplican los mismos esquemas de dominación que las que ejercen el poder: cada cual con sus armas y sus estrategias intenta lograr lo que desea, lo que quiere y lo que necesita del otro. 

Nunca nos planteamos si esas estrategias son o no son éticas, si perjudican o no a la otra persona, si hacen daño o si son abusivas. Porque lo que nos enseñan bajo la ideología capitalista y patriarcal es que lo que importa son los fines, no los medios. Da igual como lo consigamos, lo importante es ganar.  

La gran mayoría de las personas no son conscientes del dolor que provocan en los demás, y cuando lo son, tratan de justificar sus actos, a menudo usando la victimización, y culpabilizando a la otra persona: "yo no quería hacerlo, pero no me dejó otra alternativa", "me saca tanto de quicio, si hiciera lo que yo le digo no habría problema", "si no razona y no cede, entonces no me queda más remedio que..."

Generalmente las relaciones tóxicas están construidas sobre la dependencia, tanto económica como emocional. Hay muchas parejas que no se soportan pero no se separan porque se sienten atrapadas en la relación, bien porque no tienen dinero para vivir separadas, o bien porque tienen un miedo terrible a la soledad.

Esta dependencia es muy común en personas que no han podido desarrollar su autonomía, y que están convencidas de que no pueden hacer nada por sí mismas. Se ven como inútiles, como eternos niños que necesitan siempre una figura de referencia y apoyo, porque no han madurado lo suficiente como para responsabilizarse de sí mismas. No saben hacer uso de su libertad, no se ven a sí mismas como personas adultas y funcionales: creen que sin la otra persona no son nada, y que están condenadas a depender siempre de esas figuras de referencia. 

Les pasa a todos aquellos y aquellas que permanecen toda la vida viviendo con sus progenitores: cuando les llega el momento de salir del nido y dar el salto, creen que tienen las alas rotas y que no pueden echar a volar solas. No importa que el médico les explique que pueden volar por sí mismas y que no tienen nada roto: están convencidas de que ellas solas no pueden, y que fuera del nido la vida es terrible. 

Muchos creen además que sus madres y padres son inmortales. No quieren pararse a pensar qué van a hacer cuando sus progenitores no estén. Suelen verse a sí mismos como eternos adolescentes, y ni se les pasa por la cabeza formar su propia familia, porque se ven siempre como hijos e hijas, y no como adultos responsables. Es decir, reciben cuidados pero no se sienten capacitados para cuidar a nadie. 

Hay gente que en lugar de echar a volar, salta a otro nido cercano. Es la gente que sale de casa de mamá para irse a la casa de otra mujer que ejerza las mismas funciones que mamá: muchos hombres sustituyen a una por otra, y así no tienen nunca que asumir sus obligaciones como adulto. Algunos de ellos tienen hijos y actúan como si fueran los hermanos mayores de sus propias criaturas. Por eso hay mujeres que bromean presentando a sus maridos como si fueran los hijos mayores. 

¿Cómo saber si mi relación es tóxica? 

Generamente solo tienes que cerrar los ojos y escuchar tu corazón. Si estás sufriendo, si lo estás pasando mal, si sientes angustia y ansiedad y tu pareja siente lo mismo, es porque os estáis haciendo daño. Si estás siempre pensando en cómo poner a tu pareja de rodillas y en como salirte con la tuya, es porque no estás disfrutando de la relación, estás siempre en guerra. 

Hay muy poco amor y mucho maltrato en las relaciones románticas tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando en lugar de placer y alegría, sientes emociones intensas como el odio, la envidia, el rencor, la rabia, la frustración, y mucha amargura. Vivir luchando constantemente con un enemigo o enemiga le amarga la vida a cualquiera: hay parejas que son capaces de estar peleando toda la vida, y que no saben relacionarse si no es desde esta estructura de conflicto permanente. 

También hay parejas que cuando se les pasa el enamoramiento inicial se aburren, y se dedican a pelearse porque necesitan emociones intensas. Creen que para amar hay que sufrir y hacer sufrir a la otra persona, y que cuanto mayor sea el sufrimiento, más les van a amar. Creen que el amor de pareja es una tragedia al estilo Romeo y Julieta, con heridos y muertos, con desgarros y sangre, y muchas lágrimas, y creen que cuanto mayor es el drama y la destrucción, más grandioso es el amor romántico. 

Mucha gente cree que las guerras románticas son como un juego en el que vale todo, y en el que lo importante es ganar. Y es porque no han conocido el amor del bueno: creen que amar es sufrir y hacer sufrir, y no saben disfrutar, ni del sexo, ni del amor, ni de la vida. Solo saben atacar y defenderse, de manera que no tienen ni idea sobre cómo apoyarse mutuamente, cómo cuidarse mutuamente, y cómo construir una relación basada en el placer, el gozo y la alegría de vivir. 

Y suele ser porque nunca han gozado de relaciones de amor, creen que lo "normal" es vivir en una pelea constante, y que no hay otras formas de relacionarse. Y eso es porque en nuestras representaciones culturales, nunca nos ofrecen parejas igualitarias que en lugar de dedicarse a guerrear, se dediquen a apoyarse mutuamente. 

Nos cuesta mucho imaginar la posibilidad de querernos desde la empatía, la solidaridad, la cooperación y el compañerismo porque solo nos ofrecen representaciones de parejas que sufren y no saben arreglar sus problemas sin hacerse daño. 

En nuestro mundo, el pez grande se come al chico, y nadie quiere ser el pez chico. Incluso las mujeres, aunque finjamos ser muy patriarcales y parezca que aceptamos muy felices nuestro papel de seres inferiores y subordinados, en realidad todas luchamos con todas nuestras fuerzas contra el abuso del marido. 

Muchas relaciones lésbicas y gays funcionan con la misma estructura patriarcal. En las relaciones entre mujeres o entre hombres en las que no hay división sexual del trabajo ni reparto desigual de roles, también pueden darse relaciones de dependencia y luchas de poder basadas en la necesidad de imponerse y de dominar a la otra persona. 

Una de las preguntas básicas que debemos hacernos para saber si estamos o no en una relación tóxica es preguntarnos a nosotras mismas cómo conseguimos lo que queremos, lo que necesitamos, y lo que deseamos, qué estrategias utilizamos y cuales de ellas son éticas (y cuáles no): la seducción, la coacción, el chantaje, el soborno, la extorsión, el engaño y las mentiras.... la mayoría de estas estrategias te benefician a ti, y hacen daño a la otra persona.

 Por ejemplo, cuando usamos el chantaje para que la otra persona se sienta responsable de nuestra felicidad y se sienta culpable si estamos tristes. Sin duda la culpa funciona muy bien cuando queremos obligar a alguien a que haga algo que no quiere, y esto lo saben muy bien los grandes manipuladores. 

También el miedo es un gran arma para someter a la pareja, especialmente si es mujer, pues desde pequeñas fabrican en nosotras el miedo a que no nos quiera nadie, y el miedo al abandono y a la soledad. Así que muchas relaciones lésbicas se construyen desde este miedo y es así como surgen las relaciones de dependencia. 

Una de las características de las relaciones tóxicas, es que en ellas los dos miembros de la pareja intentan machacar la autoestima de la otra persona para poder manipularla mejor. Es una de las principales estrategias para que la pareja se sienta atada a nosotras: hacerla creer que no merece amor ni buenos tratos, que nadie va a quererla, que sola no es nadie y no sirve para nada. 

Además, muchas personas destructivas saben usar muy bien ese tono de desprecio que tanto duele cuando proviene de un ser querido. Es la mejor manera de hacer daño: hacerle sentir a tu pareja que te ha decepcionado, y hacerle creer que sientes un profundo desprecio por ella, aunque no sea verdad. 

El tono de desprecio sirve para darle énfasis a nuestro enojo, y para hacerle creer a esa persona que en medio segundo se nos fue todo el amor que sentimos por ella. Y que es culpa de ella, obviamente. 

Para acabar de hundir a tu enemiga o enemigo, también funciona muy bien usar la información que tienes de la otra persona para dar donde más duele, aprovecharse de sus miedos, sus traumas, sus puntos débiles, y usarlos para ganar la batalla. 

En las peleas de las parejas tóxicas no hay voluntad de arreglar los problemas, no se habla de cómo hacemos para que no se repita, o qué podemos mejorar para que no vuelva a suceder. Lo más normal es que nos estanquemos en el pasado y nos enfanguemos en la lluvia de reproches: "es que tú...."

Los reproches sirven para culpar a la otra persona de todo lo que sucede, para que se sienta mal y nos pida perdón. 

No importa si siempre es lo mismo: las parejas tóxicas nunca hacen autocrítica amorosa, ni se sientan a dialogar para reconocer los errores, ni reconocen sus equivocaciones, ni piden disculpas, ni tratan de reparar el daño que han hecho. 

Sus miembros no se paran a preguntarse a sí mismas qué tienen que trabajarse por dentro para ser mejores personas, ni tampoco se sientan a charlar para ver qué tienen que trabajar como pareja para que la relación sea mejor. 

Las parejas tóxicas no se plantean nunca mejorar la relación, sino más bien al revés. 

Prefieren seguir sosteniendo las dinámicas de destrucción y dolor, porque quieren ganar la batalla, y quieren a la otra persona de rodillas frente a ellas. Incluso hay parejas que cuando rompen la relación, siguen haciendose daño y tratando de destruirse toda la vida. En el fondo es porque quieren seguir unidos, quieren seguir siendo importantes para la otra persona, se niegan a romper el vínculo del todo, y creen que si mantienen la guerra podrán estar cerca de la otra persona, incluso cuando los hijos e hijas ya son mayores. 

En la relación tóxica ninguno de los dos miembros se responsabiliza: ambos encuentran que es mucho más fácil culpar a la otra persona y situarse como víctima, para que sea la otra persona la que cambie, la que haga algo, la que se someta a nuestro poder. 

En todas las relaciones tóxicas hay un intento de disciplinar y domesticar a la otra persona, y de cambiarla para que se adapte a nuestro sueño romántico. 

Las mujeres sobre todo nos hemos creído que el ogro gruñón y maltratador puede acabar siendo un príncipe azul. Y muchas se pasan la vida soñando con el milagro romántico y tratando de convencer al ogro de que es mucho más bonito ser un príncipe azul. Obvio el ogro prefiere seguir siendo quien es, sobre todo si le va bien, así que es capaz de resistir durante décadas. 

La batalla termina cuando nos resignamos y nos damos cuenta de que nuestra pareja no va a cambiar jamás. Pero para admitir la realidad es necesario trabajarse mucho la honestidad y la humildad, y la mayoría no tenemos herramientas para ello. No sabemos rendirnos ni aceptar las derrotas, y sobre todo lo que más nos cuesta es darnos cuenta de que el amor no lo puede todo, ni transforma mágicamente a las personas. 

Las personas solo cambian cuando quieren, o cuando lo necesitan.  

Las relaciones tóxicas nos hacen sufrir muchísimo porque están basadas en la contradicción (te amo y te odio, ni contigo ni sin ti, quiero irme pero estoy atrapada), y en la violencia verbal, psicológica y emocional. 

Todo intento de hacer daño a alguien para salir beneficiado/a es violencia, sobre todo cuando sabemos que esa persona nos quiere o nos necesita, o depende de nosotros/as.

¿Cómo trabajar para evitar hacer daño a tu pareja? 

Lo primero es trabajar tu ego, y tomar conciencia de que debemos aceptar a los demás tal y como son, sin intentar cambiarlos. Y asumir que para entendernos, tenemos que escucharnos, dialogar, negociar, ceder, y llegar a acuerdos. 

Una de las cuestiones más importantes para dejar de vivir en guerra permanente es darnos cuenta de que la victimización es una forma de dominación. No sólo dominamos desde el poder, también lo hacemos deede posiciones de sumisión. 

Pensemos por ejemplo en la relación tóxica que existe entre algunas personas dependientes y sus cuidadoras: incluso estando en una cama las personas dependientes ejercen su poder sobre su entorno, y pueden llegar a convertirse en auténticos tiranos y en malvados maltratadores. 

Las mujeres también tenemos nuestras armas para someter a los privilegiados, para someternos entre nosotras, para dominar a los demás. Solo que en lugar de usar la violencia sexual y la violencia física, usamos la vía del sufrimiento emocional y psicológico. Pensemos en el maltrato entre nueras y suegras, madres e hijas, o incluso en entornos laborales: nuestro ego y nuestra necesidad de dominar nos convierten en seres carentes de empatía, de ética y de bondad. 

¿Cómo hacer para no hacer daño y para que nuestras relaciones no se conviertan en relaciones tóxicas? 

Autoconocimiento: para saber quién eres, cómo eres, qué sientes, y por qué te relacionas así. 

Autodefensa para evitar el abuso,

Autocuidado para evitar el sufrimiento,

Autocrítica amorosa: para trabajar tu ego, para identificar lo que te hace sufrir, y lo que hace sufrir a los demás. 

Autonomía para evitar la dependencia, 

porque cuanto más dependientes somos de alguien, más manipulables y vulnerables somos. 

Pero también cuando alguien depende de nosotras, porque estamos igual de atadas y atrapadas. 

La necesidad (de dinero, de afecto, de compañía) es lo que nos impide construir relaciones basadas en la libertad. No es lo mismo juntarse a alguien porque nos apetece y nos fascina, que juntarse a alguien porque estamos huyendo desesperadamente de la soledad o de la precariedad económica. 

Las relaciones interesadas nos encarcelan y son una trampa, y solo nos damos cuenta cuando querríamos terminarlas y nos encontramos con que no podemos separarnos ni independizarnos. 


¿Cuál es la buena noticia? Que todo se puede trabajar en esta vida, y que de las relaciones tóxicas se puede salir. 

Basta con trabajar a fondo la autonomía para evitar la dependencia, la autocrítica amorosa para aprender a usar nuestro poder, y la autodefensa feminista para protegernos de las relaciones basadas en la dominación, la manipulación y el abuso. 

Se trata de aplicarse a una misma la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados para aprender a ser mejores personas, y para mejorar nuestras relaciones afectivas, sexuales y sentimentales. 

Si quieres trabajar en ello, o ayudar a otras personas a trabajar en ello, vente con nosotras al curso virtual que empieza el lunes. Puedes apuntarte desde cualquier país y asistir al directo que se celebrará todos los lunes de abril durante dos horas, de 6 a 8 pm hora Española (si no puedes, quedan las sesiones grabadas para que las veas cuando quieras)





Mujeres que se liberan: herramientas feministas para la prevención de las relaciones tóxicas, 
es un curso certificado de 25 horas dirigido a mujeres que quieren trabajar en su autonomía y autocuidado frente a las relaciones basadas en el abuso y el maltrato, y a profesionales que trabajan con mujeres (educadoras sociales, trabajadoras sociales, psicólogas, terapeutas, sexólogas, técnicas de igualdad, profesoras, etc.) 

Coral Herrera Gómez



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